Cómo vivir como el mayordomo de un frío duque del norte: Capítulo 8

 

Capítulo 8

—Ugh.

Solo después de otro breve quejido, el archiduque levantó a Nathan

"Dios mío".

La nariz de Nathan ya empezaba a hincharse. Era como si le hubiera picado una abeja.

—¡Nathan!

La condesa se horrorizó al ver a Nathan con la nariz ensangrentada.

Al ver esto, el archiduque habló. Su voz era noble.

—Condesa, me temo que voy a tener que decir esto, pero parece que el joven maestro necesita atención médica urgente.

En ese momento, el archiduque hizo una pausa, y la tensión era palpable. Los ojos y los oídos de Ed se agudizaron y, cuando las palabras se desvanecieron, supo que algo estaba a punto de suceder.

—He estado muchas veces en el campo de batalla, y estas heridas tienen enormes secuelas si no se tratan rápidamente.

—¿Dejar secuelas?

La voz de la condesa temblaba.

—Desafortunadamente, sí, señora. Si no conseguimos que el sangrado y la hinchazón bajen rápidamente, tendrá problemas para respirar, su sangre se secará, y podría quedarse ciego debido a la sangre que fluye de su nariz...

Antes de que el archiduque pudiera terminar su frase, la condesa se inquietó, con la mano en la frente temblorosa.

—Irtel.

El archiduque pronunció su nombre y el hombre que estaba detrás de él se aproximó.

—Coge a la condesa y al conde y llévalos. Ten mucho cuidado.

—Sí, Alteza.

Mientras el hombre ayudaba a la condesa, el mayordomo rápidamente sacó a Nathan.

"Ese hombre debe ser Irtel".

Era uno de los favoritos de los fans de la novela.

Cuando el gran duque murió después de haber sido incriminado, era un leal que huyó con los niños que cuidaba. Entre ellos estaba Ronen. Irtel mantuvo su fe en el gran duque hasta el final, incluso si su vida estaba en juego.

Ed miró la espalda de Irtel. Las espaldas anchas y rectas del dueño y del subordinado llamaron su atención.

Pero fue ahora cuando se dio cuenta de la magnitud de la presencia del archiduque.

Después de despedir a los huéspedes no invitados, el archiduque colocó una silla frente a Ronen, que había sido empujado hacia atrás. Luego trajo otra silla y se sentó.

"...¿Qué escena es esta?"

El archiduque se sentó cerca de la cabecera de la cama de Ed y Ronen se sentó a sus pies.

Cuando apartó la mirada de Irtel, el gran duque lo estaba mirando. Era una mirada fría y tranquila. Cuando sus miradas se encontraron, él sonrió.

—Hola, pequeño mayordomo.

Era el gran duque del frío norte, pero se comunicaba bien con los niños. Fue una habilidad que surgió porque trajo a los huérfanos que podía ver en el norte mientras luchaba por encontrar a Ronen.

—Oh, hola.

Ed era pequeño, pero no tanto como para ser considerado un niño. Además, Ed no estaba ni cerca de ser mayordomo, y mucho menos criado.

Pero Ed no señaló eso. Fue porque intuía que el diálogo que el archiduque estaba entablando acabaría dirigiéndose a Ronen.

—Y.

La mirada del archiduque se movió lentamente. Llegó a Ronen.

—Hola, amiguito.

La voz del archiduque se entrecortó ligeramente. Pero pronto se recuperó.

Ronen miró al archiduque e inclinó ligeramente la cabeza.

—Oh, hola.

El archiduque era un hombre paciente y silencioso, y se limitó a mirar a Ronen. Su mirada era distante y tranquila, sus párpados se cerraban y abrían concentrados, como si ni siquiera tuviera tiempo de pensar.

"Soy tu hermano mayor".

Podía ver que estaba conteniéndose frente a Ronen, temiendo confundirlo.

Esperaría pacientemente a que Ronen lo aceptara.

En la obra original, ¿cuánto tardó el archiduque en revelar la verdad a Ronen? Fue una novela que necesitó mucho tiempo para llegar a ese punto.

Pero Ed no dejaría que fuera así. Ed iba a desenterrar no solo la papa, sino también la raíz.

Entonces, en esta situación, era su trabajo iniciar la conversación.

—...Yo.

Ed intentó levantarse, pero no fue fácil. Le pesaba la cabeza y sentía un cosquilleo en el pecho.

Sin embargo, cuando Ed intentó apartarse, el archiduque se movió.

—Espera.

Deslizó su mano por la espalda de Ed y suavemente lo levantó. Levantó suavemente su cuerpo y apoyó la espalda contra la cabecera de la cama. También puso una almohada detrás de su espalda.

—...Ah, gracias.

—Ed, ¿estás bien?

—Sí, estoy bien. Joven maestro Ronen.

No estaba bien.

Su garganta empezó a cerrarse. El veneno empezaba a actuar en serio, pero Ed tenía fe en su pequeño y precioso poder curativo. Si tenía tanta energía para moverse, bien podía hacer su trabajo en vez de solo sufrir.

Ronen, que se había puesto en pie al mismo tiempo que el archiduque, acercó un vaso a la boca de Ed y le dio un trago de agua. Ed sonrió débilmente ante la atención de Ronen.

—Gracias. Por cierto, joven maestro.

Al tragar el agua, la voz turbia salió mucho más suave.

—Sí, Ed.

—Perdona, pero ¿podrías traerme los caramelos del cajón de mi escritorio? Están en el cajón más grande de la derecha. Sigo teniendo mal sabor de boca. Lo siento mucho.

De hecho, no era un caramelo de verdad, sino un pequeño analgésico en forma de pastilla.

El veneno de Elisa era una mezcla de varios tipos de venenos, y no existía un antídoto único. Sabiendo esto de antemano, Ed buscó una salida temporal a la situación hasta que el poder curativo pudiera eliminar la toxicidad.

Puso analgésicos en la ropa que llevaba antes de desplomarse, pero no pudo hacer nada porque lo habían despojado de ella.

En la obra original, Ronen se curaba no por el poder de la medicina, sino por el hecho de que el veneno había desaparecido tras atormentar todo su cuerpo. No había nada que Ronen, que era más joven que él y no tenía poderes curativos, no pudiera superar.

Y Ed estaba pensando en descubrir rápidamente la relación fraternal entre el archiduque y Ronen.

—Muchas gracias, joven maestro Ronen.

Cuando se metió en la boca el analgésico parecido a un caramelo que Ronen le había traído, la boca del pequeño se aflojó un poco.

Parecía pensar que mientras comiera dulces se sentiría mejor.

Una vez que los fuertes analgésicos hicieron efecto, Ed pudo moverse con más facilidad.

Respirando hondo, miró al archiduque.

—...Yo, por cierto, Su Alteza, ¿puedo preguntar qué está pasando?

El archiduque ya estaba convencido de que Ronen era su hermano. El beso del archiduque le dio al despedirse de él fue poderoso.

El archiduque, manifestándose entonces como mago, dejó una marca en la frente de Ronen y le infundió poder. El archiduque debería haber sentido el poder de la marca de inmediato en cuanto vio a Ronen.

Ronen era aún demasiado joven para resistir la magia fuerte, así que en lugar de colocarle un hechizo de rastreo en su cuerpo, se lo puso en el collar alrededor del cuello.

Hubo varias circunstancias que retrasaron la búsqueda de Ronnen por parte del archiduque.

Una de ellas era que el archiduque cambió mágicamente el color de su pelo y de sus ojos para proteger a Ronen.

Sin embargo, el poder se había fusionado con el del propio Ronen y se manifestó en colores de pelo y ojos distintos a los que el archiduque esperaba.

Esto creó un vacío en la información que recopiló para encontrar a Ronen.

El archiduque, que había estado mirando en silencio la frente de Ronen, giró la cabeza.

—...Escuché antes que te llamaban Ed, ¿es el pequeño mayordomo del orfanato Loa?

—Sí, Alteza.

Cuando Ed envió la carta, estampó en el sobre el sello del orfanato Loa, pero escribió el nombre del remitente como Ed.

La búsqueda de Ronen por parte del archiduque se centró en el orfanato, pero le causó curiosidad y perplejidad que las cartas por parte del orfanato, fueron enviadas por una persona que no era un empleado del lugar.

A pesar de la presión por revelarse, Ed solo tenía una cosa en mente: que el archiduque y Ronen se reunieran lo antes posible.

Ed no tuvo suerte.

—Escuché las palabras que le dijo a la dama antes, y... ¿está Su Alteza el archiduque buscando a su familia?

Eso no era inusual.

Los rumores sobre la búsqueda del archiduque de su hermano perdido ya circulaban por todo el Imperio.

Los ojos del archiduque se entrecerraron ante la pregunta de Ed. ¿Es un enemigo? ¿O no? ¿Qué busca? ¿Qué quiere?

Muchos pensamientos pasaron por su mente, pero lo más importante para el archiduque en este momento era revelar rápidamente que él y Ronen eran hermanos.

Ed se inclinó y trató de sacar la caja de debajo de la cama.

—Um, espera, Ed. Discúlpame.

Pero el archiduque se movió un paso más rápido, agarrando la muñeca derecha de Ed y examinándola cuidadosamente.

Era la mano que había quedado marcada por agarrar la galleta envenenada. Estaba vendada, pero el tratamiento no era perfecto, y la sangre se filtraba a través del vendaje suelto.

El archiduque, que lo confirmó con una mirada sombría, le quitó la venda y guardó breve silencio, luego soltó un breve "ah". Dirigió su mirada a Ronen, que estaba ligeramente alejado de él.

—Amiguito, si tienes problemas para ver la sangre, puedes retroceder y darte la vuelta.

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